Foto 2
Al llegar los hispanos al
Tawantinsuyu, en el siglo XVI, descubrieron que la religión inkaica era muy
diferente y contraria a su fe católica. Adoraban al Sol, a la Luna, a las
estrellas, a la Tierra. ¡Horror!, el demonio estaba ahí, en la naturaleza, en
los elementos, y en los astros, según la
visión religiosa fanática de los advenedizos.
Poco tiempo después, y una vez
sometido militarmente el imperio, se procedió no solo al saqueo de su inmensa
riqueza, sino al brutal sometimiento de su pueblo al servicio de la corona
española. Al mismo tiempo se inició una misión evangelizadora (nada respetuosa,
ni fraterna, ni humana) para reemplazar la religión “demoníaca” de los
“conquistados” por la fe católica, única y verdadera según el entendimiento del
invasor.
Recordemos que en aquellos
días la “religión única y verdadera” que traían los hispanos permitía, entre
otras cosas, la esclavitud de los seres humanos, el genocidio de pueblos
indígenas, el saqueo y el libertinaje de sus “soldados de la fe” como métodos
de conquista. Poco valor tenían los pueblos indígenas de América y que estaban
muy lejos de la metrópoli.
Este proceso de evangelización
fue violento y cruel pues la llamada “Santa Inquisición” hizo la tarea del
verdugo, y todo indígena que se resistiera simplemente era ejecutado
sumariamente y sus bienes confiscados. Todos sus lugares sacros donde se hacían
sus rituales religiosos (Wakas) fueron sistemáticamente destruidos por orden de
la corona.
Las saywas o sukanqas, grandes
columnas pétreas que servían como marcadores astronómicos, tenían categoría de
wakas y por ello también fueron borrados del entorno geográfico. La orden de la
corona era que antes de proceder a la destrucción de una waka se debía sentar un acta para certificar su
existencia y destrucción, el nombre del lugar, su ubicación, el uso que se le
daba a la waka, las familias involucradas en su mantenimiento y rituales, etc.,
para luego proceder a su desaparición hasta que no quede de ella “piedra sobre
piedra”. Como recomendación final, el Concilio de Lima de 1551-1552, disponía: “…que las huacas sean derrumbadas, y en el
mismo lugar, si fuera decente, se hagan iglesias o al menos se ponga una cruz”.
De esta manera se destruyeron
nos menos de 328 wakas sólo en el área
del cusco, desapareciendo para siempre la evidencia física de los lugares de
culto de la religión inkaica. Sin embargo, esta medida extrema e irrespetuosa
no fue impedimento para que la gente no olvide estos lugares píos. Las
numerosas cruces que abundan en la ciudad así como los lugares donde quedan sus
vestigios líticos siguen siendo mudos testigos de aquellas wakas donde la
religión natural de nuestros ancestros (respetuosa de la ecología y de los
dioses de otros pueblos vencidos) se manifestaba en sus rituales.
En Urubamba, en el cerro
llamado Saywa, al N-E de la ciudad, han quedado en pie (¡Oh, milagro!) los
restos de dos saywas o sukanqas de uso astronómico que servían para registrar
el solsticio de invierno (Inti Raymi) y establecer con ellos el inicio del año
nuevo andino y los calendarios. No sabemos si su difícil acceso (está sobre un
elevado y abrupto cerro), su ubicación lejana al pueblo, o tal vez la desidia
de las autoridades religiosas de la zona para hacer cumplir la orden de
destrucción, haya sido la “feliz causa”
de su salvación. Al parecer, lo único que se hizo fue derrumbarlas parcialmente
hasta minimizarlas y colocar encima de una de las saywas una cruz de madera que
actualmente se venera cada 3 de mayo, día de la Santísima Cruz. (Foto 1)
Este año hemos comprobado
gratamente que las saywas han sido restauradas para darle el aspecto que
probablemente hayan tenido en época de los Inkas. (Foto 2). La cruz de madera,
símbolo de la extirpación de idolatrías, ha sido reubicada en una ermita a
cierta distancia de las saywas. Una medida acertada que
aplaudimos.
Felicitamos también a quienes
dispusieron y ejecutaron tal obra porque de esa manera estaremos rescatando la
prueba más sólida de la existencia demarcadores astronómicos que nuestros Inkas
usaron para elaborar los eficientes calendarios que les permitieron tan elevado
nivel de organización.
Solo faltaría que en los
próximos meses o años sean restituidos los otros tres conjuntos de saywas que
completaban este sistema de observaciones astronómicas de los solsticios y que estaban ubicados en
sendas montañas en los alrededores de los dominios de Qespiwanka, conocido
también por el nombre de “El Palacio de Wayna Qhapaq”, en Urubamba. Sería una
obra monumental que valide lo que fue la maravillosa astronomía Inka.
Foto 1: Jorge Abel Guevara www.panoramio.com
Foto 2: Roberto Valencia.