Después del Sol, en el mitológico ordenamiento cósmico de los Inkas, estaba la Luna. No tenemos información sobre el conocimiento que habrían tenido nuestros antepasados para determinar si supieron que la Luna era un satélite de nuestro planeta. Lo que sí está muy claro es que la vieron como esposa y compañera del Sol; además, creyeron que era la reina de todas las estrellas y que ellas estaban a su servicio. Este segundo nivel en el orden celestial se debía a que la Luna, que no tiene el mismo brillo que el Sol, solo gobernaba la noche.
Mientras que el Sol fue representado con el oro, a la Luna correspondía el segundo metal precioso: La Plata. Esto, en correspondencia con la luz solar y el blanco resplandor de la Luna.
El Qorikancha fue el sacro escenario donde sus imágenes eran veneradas y sus templos los más bellos y ricos del Tawantinsuyu.
Sin embargo, lo más valioso de esta cosmología es que la Luna era la personificación de la Madre Tierra (Pachamama), aquél suelo que nos prodiga sus elementos con los que la agricultura fructifica y por ello la presentación de fases en su movimiento permanente por la esfera celeste sirvió para elaborar un calendario primigenio que sirviera dentro de sus actividades agrarias.
No se concibe en el mundo andino una programación agrícola que no tome como referencia, tanto para la siembra como para la cosecha, las fases lunares. El calendario solar, pese a su precisión, no es determinante a la hora de iniciar una labor agrícola.
Las fases lunares tienen muchos nombres, según como la Luna vaya mostrando una superficie visible más grande. Así, tenemos lo siguiente:
LUNA CRECIENTE : Desde la aparición de Luna en el horizonte occidental hasta los 7 días después de la fase de Luna Nueva, se llaman: K’ata Killa, Musuq Killa y Llullu Killa. Tres nombres para tres momentos específicos del crecimiento de la figura lunar en el firmamento.
CUARTO CRECIENTE: Tiene dos nombres: Chaupi Killa y Killa Wiñariy. En esta etapa se siembra el maíz, la papa y la verdura.
LUNA LLENA: Hay tres nombres para citarlo: Hunt’a Killa, Killa Pura y Paqas Killa. En estos días no se siembra la papa porque dice la tradición que éstas producirán paras pequeñas y sin sabor.
CUARTO MENGUANTE: También tiene tres nombres: Qhasqakuy Killa, Allaq Killa y Wañumariq Killa. Es época propicia tanto para la siembra como para la cosecha.
LUNA NUEVA: Se llama Wañuq Killa o Luna Muerta. Son los días en los que su cercanía (conjunción) con el Sol no permite verla. En estos días nada se siembra pues se cree que toda semilla morirá en el suelo o no desarrollará ningún fruto.
Todo lo visto anteriormente rige hasta la actualidad en el mundo andino (¡felizmente!) y sigue cumpliendo un rol esencial en el agro.
El otro aspecto importante es que la palabra KILLA, además de significar el nombre de la Luna, también es el nombre genérico de MES. En otras palabras, el calendario Inka se basaba inicialmente en los meses lunares ( para uso agrícola) pero dada su imprecisión en el largo plazo fue integrado dentro de un año solar, que resultaba siendo más preciso y exacto. No por ello se abandonó la nomenclatura lunar mensual sino más bien se adoptó un sistema de adecuación y complementación con el año solar de cuyos mecanismos no tenemos una información detallada y completa.
Un dato que merece ser tomado en cuenta es la posición lunar cenital; Según esto, sabemos que sobre el Cusco, en dos fechas del año, la Luna pasa exactamente sobre el cenit: entre el 23-24 de abril y el 18 de agosto. Estas fechas coinciden con dos eventos de suma importancia: La cosecha y la siembra. De donde podemos concluir que no hubo ningún evento que no estuviera relacionado con la posición y el movimiento de los cuerpos celestes. En otras palabras: La inseparable unión con el cosmos fue una de las manifestaciones más valiosas de la cultura Inka.
Con el paso de los años y el conocimiento del calendario solar occidental ya no fue necesario hacer observaciones astronómicas para determinar fechas del calendario y la mecanización que dichas tablas a través del llamado “almanaque” terminó por olvidar muchos elementos que conformaron el calendario Inka.
Sin embargo, todavía el hombre andino hace uso de algunos conocimientos ancestrales para sus labores agrícolas (las fases lunares) porque sabe que ésas nunca fallarán y porque es una valiosa herencia de conocimientos que fueron elaborados a lo largo de milenios por sus antepasados y a los cuales por siempre guardarán un atávico respeto.
En otros artículos hablaremos de los mitos lunares, los eclipses y el calendario.