lunes, 17 de marzo de 2008
EL AÑO NUEVO INKA
¿Cuándo empezaba en año en tiempo de los Inkas?
La información que nos alcanzaron los cronistas acerca de este importante tema es confusa, incompleta y hasta contradictoria. Así, hay quienes nos dicen que el año empezaba en el Solsticio de Verano (día 22 de Diciembre) con el Qhapaq Raymi, otros lo ubican entre los primeros días del mes de agosto y confunden con la iniciación del año agrícola, hay quienes señalan que fue a mediados del mes de mayo y hasta otras versiones mucho más extrañas.
Los más aproximados a la verdad son los que señalan el inicio del año ubicándolo en el solsticio de invierno (21 de junio). Veamos por qué:
Cronistas como Garcilaso de la Vega nos explicaron que la fiesta del Inti Raymi fue la más importante y solemnísima del Tawantinsuyu debido a su contenido religioso y social porque fue el momento de adoración suprema a su dios principal el Sol y también porque significó la concentración de personas y etnias más numerosas que en el año visitaban el Qosqo.
Pero lo más valioso, desde el punto de vista político-administrativo, fue la determinación de una fecha que diera inicio a un nuevo año y con ello la formulación de un calendario necesario para la programación de las actividades agrícolas, pecuarias y religiosas. Para sustentar mi punto de vista haré referencia a dos elementos: El aspecto astronómico que apoya esta posición y el análisis comparativo con otras culturas.
En lo concerniente a la astronomía y su influencia en la sociedad diremos que el Solsticio de Invierno, asociado íntimamente con el Inti Raymi, representaba un momento crítico y culminante del ciclo anual de renovación de la vida. Nuestros antepasados, creyentes en una cosmología sustentada en el amor y profundo respeto por la naturaleza, tenían un especial interés por el solsticio debido a que la posición extrema del Sol y el temor de un alejamiento mayor que pudiera representar un peligro para su supervivencia los hacía sentir intimidados y por respuesta le ofrecieron sacrificios y una festividad muy solemne con la esperanza de que su dios retorne con sus dones de luz y calor.
Esta fecha debió ser, por lógica , el inicio de un nuevo año toda vez que cumple con los requisitos astronómicos que amerita un momento tan importante del calendario. Recordemos que las culturas más grandes de la humanidad, como Egipto y Grecia tuvieron como inicio de sus calendarios un evento astronómico sean estos solsticios o equinoccios.
En el Tawantinsuyu, aún cuando la gente común contaba los años por las cosechas, como nos dice Garcilaso, hubo un grupo privilegiado de sabios y sacerdotes que determinaron con precisión los momentos culminantes del calendario. Estos personajes, junto con el Inka, eran conocedores de los movimientos de los cuerpos celestes, tenían toda la información necesaria para manejar y disponer con absoluta autoridad las actividades agrícolas, pecuarias y rituales de todo su territorio.
La otra razón que fundamenta esta posición es la llamada renovación del fuego sagrado que al igual que muchas culturas del mundo tienen como punto de partida para la iniciación del año en el Solsticio de Invierno. Desde los Celtas hasta los antiguos Romanos, desde las tribus y pueblos de la polinesia hasta las culturas mesoamericanas se ha repetido el uso de fuego renovador para celebrar el año nuevo.
En el hemisferio norte el Solsticio de Invierno ocurre entre el 21 y 22 de diciembre y con ello el encendido de fogatas y rituales de renovación del fuego sagrado (aquél usado en los rituales) práctica que fue muy común en estas fechas. Con el advenimiento de las religiones y los sistemas de creencias nuevos así como el establecimiento de calendarios más precisos esta fecha de inicio del año fue cambiando en occidente hasta establecerse en el 1 de Enero por disposición de la Iglesia Católica. Igualmente la celebración de la Navidad fue instituida en fecha cercana a la antigua ceremonia del fuego. Esta celebración tuvo el mismo carácter simbólico anterior; es decir, la idea de un renacimiento, de una nueva luz o esperanza que se renueva. Una vez más se usó una celebración moderna para superponerla sobre otra más antigua.
Los Inkas también tuvieron aquél ritual de renovación del fuego sagrado y lo incluyeron dentro del Inti Raymi. Garcilaso nos refiere con detalle y dice : “Preparábanse para el Inti Raymi del Sol con ayuno riguroso durante tres días…En todo ese tiempo no encendían fuego en toda la ciudad...” Luego acota en otro lugar: “El fuego para aquel sacrificio debía de ser nuevo, dado de la mano del Sol…Para el cual tomaban un brazalete grande, que llaman chipana, el cual tenía el Sumo Sacerdote; era grande…tenía por medalla un vaso cóncavo, como media naranja, muy bruñido; poníanlo contra el Sol, y a cierto punto, donde los rayos que del vaso salían daban en junto, ponían un poco de algodón muy carmenado…el cual se encendía en breve espacio porque es cosa natural. Con este fuego dado así, de mano del Sol, se quemaba el sacrificio y se asaba toda la carne de aquel día. Y del fuego llevaban al templo del Sol y a la casa de las vírgenes, donde lo conservaban todo el año, y era mal agüero apagárseles…”
Con esta valiosa información podemos afirmar que los Inkas, al igual que muchos pueblos de la antigüedad, también iniciaban el año con una ceremonia similar. Tal es el sentido de aquella ceremonia de renovación.
Finalmente recordemos que nuestro actual calendario, defectuoso y desligado de una razón natural que lo sustente, arrastra una tradición cultural y religiosa acomodada e impuesta que no tiene ningún significado. El 1 de enero no constituye ninguna fecha importante: No es ni equinoccio, ni solsticio, ni perihelio, ni afelio, ni recuerda un natalicio importante, ni un acto significativo de la historia de la humanidad,…nada!
ILUSTRACION: Encendido del Fuego Sagrado (Detalle del Mural del Cusco - Av. El Sol) Obra del gran artista cusqueño Juan Bravo.
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