Una característica muy particular de la Astronomía Inka fue la preferencia por la observación de cúmulos de estrellas que ocupan áreas reducidas del cielo. Así, determinadas agrupaciones de estrellas brillantes próximas entre sí significaban un buen referente para relacionarlo con una deidad celestial. Casos como el de la Cruz del Sur, las Pléyades, las Hyades, el Cinturón de Orión, etc. son ejemplos demostrativos de ello.
Una constelación en particular propiciaba la saludable vida de los auquénidos recién nacidos y además oficiaba de permanente protector frente a las enfermedades y el peligro de los depredadores. Era la Constelación de la Pequeña Llama de Plata conocida también como la Llamita de Colores y que algunos investigadores creen identificar como Urkuchillay.
Todavía en la actualidad, en algunas comunidades pastoriles del ande, se recuerdan leyendas y mitos referentes a una pequeña llama de colores que protege a los camélidos andinos recién nacidos para asegurar que crezcan sanos y salvos evitando su muerte prematura. De este modo se buscaba obtener el favor divino para incrementar su ganadería lo que garantizaría prosperidad y bienestar general.
La pequeña Llama de Plata, según algunos informantes, sería una estrella individual que se identificaría con Alfa Lira ( estrella Vega) y sería, junto con otras estrellas brillantes , representaciones de una deidad celestial específica.
Es necesario recalcar que los sacerdotes andinos que conocen el mundo estelar andino insisten en que la mayor parte de las estrellas brillantes constituyen en sí mismas una constelación y que solo algunos cúmulos abiertos o agrupaciones cercanas de estrellas puedan ser consideradas dentro de la misma categoría. Sin embargo, la Llama de Plata puede convertirse en una imagen visible en el cielo al “construirse” juntando a las estrellas de la Lira de un modo diferente a la configuración occidental que conocemos.
Uniendo estrellas al modo andino se verá una imagen idéntica al de la imagen que antecede a este artículo.
En términos astronómicos diremos que la estrella Alfa de la Lira, cuyo nombre occidental es Vega ( una brillante estrella de color blanco, magnitud visual 0 y ubicado a 25 años luz de la Tierra) constituye el ojo o la cabeza de la llamita. El hocico lo forman las estrellas Alfa y Epsilon ; el cuello, Alfa y Zeta ; el cuerpo, Zeta y Beta ; la pata delantera, Zeta y Delta ; la pata trasera, Beta y Gamma y la minúscula cola las estrellas Beta y Nu de la Lira.
Esta Constelación Inka se observa en el cielo vespertino desde el mes de agosto hasta mediados de noviembre y precisamente en ésta época es que nacen las crías de los auquénidos. Una comprobación de ello pudo ser observada en el grupo de auquénidos que se crían en la Reserva Eco-turística Privada de Llaullipata, en los alrededores del Cusco, donde por dos años consecutivos fuimos testigos del nacimiento de varias crías de llamas y alpacas precisamente en la época del año que hemos citado.
En tiempo de los Inkas se hacían sacrificios y ofrendas a esta constelación buscando el favor de las deidades para la multiplicación y protección de la ganadería autóctona. Estas ofrendas consistían , además de todos los elementos usados en los rituales, de una pequeñas llamitas de plata, metal que cuando es muy bruñido refleja, a manera de un calidoscopio, los colores de los objetos circundantes. Estas llamitas metálicas son conocidas como Qonopas. Así, la llamita parece tener muchos colores y convertirse en un objeto mágico.
Los cronistas, desde su limitada visión y perspectiva, nos dejaron algo de información al respecto aunque ésta fue tomada por ellos como simples curiosidades de un pueblo atrasado e ignorante. De allí que las crónicas sean fuentes de información incompletas, sesgadas y hasta maliciosamente distorsionadas en algunos casos.
Según parece, Bernabé Cobo copió a Polo de Ondegardo cuando habla del mundo estelar de los Inkas. Precisamente se lee en la “Historia del Nuevo Mundo” de Cobo un texto similar al de Polo que nos sirve como información y referencia a la constelación de la llamita de plata o llamita de colores. Dice Cobo : “Todos los pastores respetaban y hacían sacrificios a la llamada de los astrólogos Lira, que ellos nombraban Urcuchillay, la cual decian que era un carnero de muchos colores, que entendía en la conservación del ganado; y a otros dos pequeños que tiene debajo a manera de T, decían ser los pies y la cabeza; y éstos también hacían veneración a otra que anda cerca deste y llaman Catachillay, que también es algo grande, y a otra más pequeña que anda junto a ella; las cuales fingían que era una llama con su cordero que procedían del Urcuchillay…”
De lo escrito por Cobo no se puede, a ciencia cierta, afirmar nada. Es una compilación confusa y enredada con datos proporcionados por entrevistados que sin duda no eran expertos o conocedores profundos del tema. Además, ni Polo ni Cobo eran versados en astronomía (“astrología” en ése tiempo) y esta ciencia era en ésa época tan vilipendiada por la iglesia que casi todo cuanto se dijera de este tema era tomada como un enfrentamiento al pensamiento dogmático del clero de entonces. Por todo ello el particular punto de vista del pueblo Inka con respecto al ordenamiento cósmico (constelaciones, planetas, estrellas y otros) fue no solamente ignorado y marginado como simple curiosidad o “conocimiento errado” sino combatido con rigor por constituir el pensamiento de un pueblo atrasado y poseído del poder del demonio. Así era la idea que el invasor y saqueador peninsular tenía de nuestra etnia.
Lo que queda por dilucidar es la posibilidad de que la Llama de Plata o Llama de Colores sea la misma que el Urkuchillay, la mítica llama celestial. Se dice que ésta deidad (Urku = Macho) influía en el cubrimiento de las hembras en la época de celo permitiendo la óptima multiplicación de los auquénidos pero muchos conocedores del tema afirman que Urkuchillay es una constelación oscura y no una estrella, y que ocupa un lugar opuesto al de la otra llama negra que se ubica hacia el centro de la galaxia.
Nadie nos ha dado una respuesta definitiva y lo poco que ha quedado a manera de mito o leyenda es solo un pálido e incompleto recuerdo de aquella maravillosa astronomía que desarrollaron nuestros antepasados. Tal vez hayan todavía algunos herederos de tan maravilloso legado en algún lugar de los Andes…ojalá!.
miércoles, 8 de octubre de 2008
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